MK II

1959-1965

MKII, presentado en 1959.

Muchos periodistas no dudaron en atribuirle el titulo de “la berlina mas bella del mundo”. Su aspecto recogido y felino transmitía una sensación de potencia elegantemente contenida y los cromados atraían la mirada sin ser excesivos. Mientras que Detroit inundaba el mercado de una modernidad cortante llena de aletas afiladas, Jaguar supo permanecer fiel a las líneas redondeadas, haciendo del MKII una asombrosa mezcla de tradicionalismo (por su acabado y su línea) y audacia (por su chasis y su mecánica).

 

CARACTERISTICAS

Porque, además de las dos cilindradas montadas ya en el MKI, una nueva versión del fabuloso motor Jaguar XK con 3,8 l figuraba en el catalogo. Con 220 cv bajo el capot y solo 1450 kg de peso, las prestaciones eran excepcionales, y el MKII un serio aspirante, además, al titulo de “berlina mas rápida del mundo”. En cuanto a la suspensión, no hubo grandes cambios: triángulos superpuestos delante y eje rígido Salisbury detrás. Los eficaces frenos de disco Dunlop fueron, naturalmente, conservados y también la arcaica caja de cambios Moss, que no seria sustituida hasta 1965 por una de origen Jaguar con la 1ª (por fin) sincronizada. En ambos casos podía montarse un overdrive. La dirección, mediante recirculación de bolas, era precisa pero pesada y muy desmultiplicada: !5 vueltas entre topes!. Opcionalmente, a partir de 1960, podía montarse una asistencia Variomatic, muy útil en ciudad, pero algo insensible en carretera.

El autoblocante era de serie pero los entendidos no dudaban en encargar su MKII con todas las opciones deportivas: por un 10% mas (sobre el precio base) disponían de un puente especial, un cambio de relaciones mas cerradas, llantas mas anchas con radios reforzados (pintados, no cromados), un deposito suplementario, 2 banquetas, la culata mejorada con gruesas válvulas y un volante-motor aligerado. Así equipado, y con el motor preparado, el MKII gano varios rallyes (por ej. 4 Tour de France) y muchas carreras de Turismo en circuito con un tal...Mike Hawthorn al volante.

            

AL VOLANTE

El MKII impresiona nada mas abrir la puerta. Si el cuero es original, su olor te invade, junto al placer visual debido tanto a las proporciones a la vez delicadas y acogedoras del habitáculo como al brillo de la madera barnizada y los cromados. Hay que sentarse unos minutos en las plazas traseras y, bien encajado entre los voluminosos apoyabrazos, jugar con los ceniceros y los plafones individuales , abatir la mesita de nogal, entreabrir el deflector...Es así como se comprende porque las prestaciones del MKII, dentro de un momento, serán un lujo tan delicioso: son una propina, como lo serian las cualidades de amazona en una virtuosa pianista.

Si ocupamos el asiento delantero izquierdo (o derecho), apreciaremos, aquí también, un paisaje maravilloso: batería de conmutadores de iluminación, volante de bakelita, palanca del overdrive, relojes negros marca Smiths, todo nos habla de otra época. La graduación del velocímetro llega hasta 240 km/h, en vez de los 220 de las otras versiones. Optimismo razonable: un MKII 3,8 es efectivamente capaz de alcanzar los 200, cronometro en mano. Y el kilómetro con salida parada, recorrido sin compasión por la “vieja dama”, se abate en menos de 31 segundos, cifra digna de una buena berlina actual. Conducirlo, sin embargo, es mas complicado, y en suma mas…”enriquecedor”.

Para empezar, la caja de cambios es muy lenta. Los primeros kilómetros se nos van en reciclarnos: 1ª sin sincronizar, 5ª por overdrive, doble embrague en las reducciones, paso por punto muerto en las subidas, mucha paciencia siempre. Además la dirección, dura en parado y dulce después, se caracteriza sobre todo por una enorme desmultiplicación que obliga, en virajes cerrados, a dejar el volante “rebobinarse” solo entre las manos. En cuanto a la posición al volante,  muy derecha (los reglajes eran opcionales) y deslizante (el cuero era de serie), nos sorprende y nos supera. Y el Jaguar navega sobre su eje rígido, va de un extremo a otro por culpa de los neumáticos altos y estrechos. Agarrados al timón, mientras intentamos controlar el balanceo, recordamos, de repente, que Inglaterra es un pueblo de marinos.

Sin embargo el aficionado, tanto tiempo platónico, no se sentirá decepcionado. Para empezar porque el MKII es muy agradable a ritmo tranquilo, o incluso a gran velocidad en autopista: alrededor de 3000 rpm, en overdrive, circulamos a mas de 150, relajadamente. Además, tras las dificultades de pilotaje, se adivina aun algo de la antigua superioridad de este automóvil. La dirección y el cambio, pese a sus defectos, son precisos. Los frenos, eficaces. El motor, muy flexible, ruge a la demanda. Hay que anticipar, combinar el retorno de la dirección, la subida del chasis al final de los apoyos y la llegada de la potencia, para obtener la trayectoria adecuada. Ocupados en meter las velocidades con una lenta urgencia, presentimos que el peso del morro y la estrechez del tren trasero deben poder utilizarse para negociar mas rápido el viraje siguiente. Hace falta tiempo para conseguir este equilibrio.

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